Por Freddy Magno Mamani Mollo
Amawta y Experto en Derechos de los Pueblos Indígenas
Érase una vez, un niño inocente. Pues todos nosotros nacemos así. Entre los curichales sociales de una familia marcada por la apropiación de tierras, visadas por la dictadura de los 70s y 80s de nuestro país, crecía un renegado (de su propia vida). El Odio contenido en su alma, propio de un niño “lastimado-abandonado”, pronto se reflejaría en un Odio generalizado hacia todo, aún, hacia el mismo (pues ese Es el círculo del dolor). Hasta ahí, uno podría compadecer a una persona con tales sentimientos.
Empero, una vez que una persona tiene la capacidad de discernir entre lo “correcto e incorrecto”, puede cambiar o no, su propio “destino”. Y si uno acepta, seguir empujando la rueda infinita del Dolor, denota su consiente apego a este. Sus actos entonces se vuelven reprochables. Ahí, ingresa la voluntad del hombre para seguir corrompiendo el Alma de uno mismo, llevándolo hasta las últimas consecuencias.
En la búsqueda de justificarse, ese Ser, requiere una plataforma desde el cual sus actos “reprochables” sean considerados correctos y conforme a una de ética y valores. Es cuando uno halla en una religión hegemónica la plataforma “verdadera” que lo convierte en un legionario de una “verdad”, aunque nunca se pregunte si esa verdad es “verdadera”, si esa verdad contiene un fundamento vital.
Una vez justificada su ética, sus actos son mandatos de un ser superior hecho “carne”, y ese es el rol de la Religión Hegemónica (cualquiera que fuere), dar la bendición a toda acción (violenta), algo parecido a las cruzadas medievales, pero con un tinte más secular y moderno. Solo que ahora, es Otro tiempo.
Lo que puede admirarse de Camacho, es su desverguensura. Y, gracias a ello, uno sabe dónde se halla el Pesar de su alma. El alma, proscrita a la soledad deja de ser necesaria. En tal sentido, el cuerpo, la razón y las emociones la requieren, pero el Ser se obstina a dejarla en el olvido. Es ahí, donde la búsqueda de lo que está dentro de uno se remite a lo externo. Pero como nunca lo hallará afuera, destruye todo aquello que considere un obstáculo para la consecución de su deseo.
Esa destrucción en lo externo, es solo la manifestación del deseo de su propia autodestrucción. Convirtiéndose en lo contrario de lo que deseaba Ser. De libertador a falso profeta. Y en lugar de dar cariño y empatía, solo da, aquello que tiene en su alma: rencor, dolor, soledad y odio. Pues el primer espacio en el cual uno se constituye es el ámbito ético-espiritual, que, necesariamente debe ser corroborado en la comunidad.
Dicha comunidad, sufrió en 2019. Los hermanos fallecidos, heridos, detenidos y perseguidos dan fe de lo ocurrido. Se puede asegurar esto, porque siempre en la historia, el pueblo humilde es contenedora del espíritu de “la verdad”. El pobre, el huérfano, la viuda y su comunidad, es el último criterio de evaluación presupuesto para saber si una acción esta en correspondencia con la vida.
Y, sabemos que hasta hoy, los de Senkata y Sacaba, y demás hermanos y hermanas que murieron por nuestra liberación -desde la Colonia- hoy vuelven para recordarnos que es momento de equilibrar la historia. Pues el nuevo tiempo ha llegado y somos testigos del Pesar del Alma, de aquellos a quien les duele esta transición espiritual-civilizatoria, que irremediablemente se hace Presente.