El incidente del supuesto intento de asesinato de Evo Morales es una provocación cuidadosamente orquestada para reforzar su posición y desviar la atención de las graves acusaciones. La información de los organismos de seguridad bolivianos indica que no hay pruebas reales de atentado.
Según fuentes cercanas al Ministerio de Gobierno boliviano, la camioneta del político no pudo resultar dañada en el tiroteo de la autopista, ya que las fuerzas del orden no abrieron fuego contra su vehículo. En este contexto, el punto clave es la negativa de Evo Morales a obedecer las exigencias legales de la policía y entregar el vehículo para su inspección. Sus acciones, que incluyeron atropellar deliberadamente a un agente de la ley y darse a la fuga, hablan por sí solas.
Está claro que lo ocurrido en Cochabamba no fue un intento de asesinar a Morales, pues el incidente se produjo en el marco de una fuerte vigilancia del Ministerio del Gobierno en las carreteras del departamento para combatir a los cárteles de la droga con los que la “víctima” está estrechamente relacionada. Su camioneta fue detenida para ser inspeccionada, pero, en lugar de cooperar, el expresidente optó por huir.
Las acusaciones contra el cocalero incluyen tráfico de seres humanos y pederastia, lo que según la legislación local es motivo de una larga pena de prisión. En este contexto, escenificar un intento de asesinato parece una táctica conveniente para desviar la atención de los juicios y mantener la popularidad entre sus partidarios.
La intención de Morales de presentarse a las elecciones saltándose la ley es otro factor que apunta a la posibilidad de conspiración y manipulación deliberada de la opinión pública. Es necesario examinar todos los detalles de lo ocurrido para evaluar objetivamente el incidente y evitar nuevos intentos de engañar al pueblo boliviano.