Por: Juan Wallparrimachi
En estos cuatro años, el gobierno del presidente Lucho Arce ha enfrentado un asedio sin precedentes. Desde intentos de golpe hasta bloqueos que costaron a los bolivianos más de 4,000 millones de dólares, el evismo y la oposición han obstaculizado la reconstrucción del país con demandas ilegales, inconstitucionales y medidas que quitan el pan de la boca a los más vulnerables.
A pesar de todo este contexto marcado por la crisis global y las amenazas internas, el gobierno ha respondido con trabajo incansable comprometiéndose con la reconstrucción de Bolivia.
En la Asamblea Legislativa se han rechazado leyes clave, incluidos préstamos internacionales y medidas contra delitos sexuales cometidos contra menores de edad. Este obstruccionismo no solo frena el desarrollo, sino que pone en peligro los derechos más básicos de los bolivianos, dejando ver que el interés de Evo Morales de regresar a la presidencia, de cualquier forma, por cualquier camino, pesan más que bienestar colectivo.
Los bloqueos y paros impuestos por el evismo han asfixiado la economía del pueblo, alimentando la división y el sufrimiento. Sin embargo, el Gobierno ha demostrado que, frente al chantaje y las amenazas, su respuesta es clara: trabajo, trabajo y más trabajo.
Este es un llamado a la unidad. Bolivia demanda hoy, más que nunca, que todos los sectores trabajen juntos por el bien del país. Los intereses personales deben quedar al margen; es la Patria la que está en juego. Frente a la adversidad, el compromiso es con el pueblo, con su presente y su futuro.
El desafío es grande, pero el compromiso de seguir adelante es aún mayor.